Después de Arthur Andersen.
En 1.986,yo ya era un joven arrogante,( y cuantas veces me he arrepentido de ser tan arrogante en mi juventud...),ejercía,entonces, la honrada profesión de contable en una oficina de campanillas y la tarde a la que me refiero,era sin duda,una dulce tarde de primavera.Me encontraba entonces en el despacho del jefe de contabilidad y al pronto nos surgió una duda sobre "un asiento de morosos".El apunte,estaba claro .Si bien el Sr.Claramonte abrió con paciencia aquél libro Bermejo,grande,entrañable ( el plan general de contabilidad ),con el que todos dormimos abrazados un día.-¡ Menudo tío petardo !- Pensé para mi...observando sus movimientos...Quiso entonces, lustrar la página con el dedito índice,en aquél movimiento irrefutable.Ayer,con la caída del SVB no pude sino evocar aquellos días...aquella lentitud era un amor incondicional a su trabajo,la seriedad de entonces no se comprende hoy...aquellos hombres no se vendían por nada...Bloomberg ( a quién todos admiramos),eligio al