Contra la pereza del espíritu.

He tardado casi cincuenta años en comprender el verdadero trasunto de la filosofía.Porqué cada supuesto filosófico de - expongo este ejemplo - el profesor Nietzsche es un crucigrama ,un sudoku,un regalo envenenado para la humanidad.Tomemos el ejemplo del mejor libro que publicó." Así hablaba Zaratustra".Zaratustra "era un ermitaño que vivía recluido en la montaña ,donde a lo largo de su retiro reflexiona sobre la vida y la naturaleza del hombre ".Zaratustra predicaba un dualismo basado en la batalla entre el bien y el mal,la luz y las tinieblas ".El profesor Nietzsche fue apresado por las fuerzas del orden público cuando quiso tirarse al cuello de uno de los caballos de tiro de la carlinga ,llorando,desahuciado,con su brote psicótico...toda vez que exclamaba...¡ No le pege mas al caballo...!.¡ No le pegue mas al caballo por favor...!.Zaratustra editó su anterior  obra cumbre ,dentro de un compendio de libros magníficos y Zaratustra posee la virtud de enseñarnos mas de una verdad.Este filósofo - escribo a vuela pluma - nos hace un compendio de la vida ,para el superhombre susceptible de dividirse en tres tempos.Y entonces el niño,( la niñez),y entonces el camello,y finalmente el león.¡ Que maravilloso todo esto !.Del primer estadio del hombre ,( el niño ),Tan solo podemos extraer lo mejor.Efectivamente el cerebro del niño,es capaz de acomodarse a cualquier circunstancia ,para, finalmente conseguir ser feliz en sus momentos de juego.Cuando acaecieron los terribles sucesos de Valencia,pudimos ver en las redes, en los momentos de distensión, a los voluntarios jugando un partido de fútbol  una pachanguita con los niños...Los niños lo son todo para la humanidad....y por eso motivaciones como la "vida eterna " mediante los fármacos y la genética que tanto ilusiona a las grandes fortunas hoy, no se presupuestan sino como una monstruosidad.Perder la niñez,los niños,los juegos infantiles ,perder la sonrisa de los pequeñines por nuestro TERROR a morir ,será sin duda el gran dilema del siglo XXII.